En el marco del 18° Festival Mundial de los Estudiantes y la Juventud, como jóvenes de la Izquierda Ciudadana tuvimos la oportunidad de viajar junto con la delegación chilena a Ecuador y empaparnos de las experiencias de lucha anticapitalista, por la paz y las transformaciones sociales.
Por Camila Herrera y Leonardo Silva
Ecuador ama la vida
Un largo viaje de más de cuatro días para llegar a lo que se conoce como “la mitad del mundo”, nos permitió vislumbrar los diversos paisajes latinoamericanos y lo hermoso de vivir en este continente.
Quito era nuestro destino. Pero todo era atractivo. Al llegar a Guayaquil, y cuando el sol se levantaba, lo primero que vimos ante nuestros ojos era un cartel de medidas considerables que destacaba, entre tantos colores, la frase: “Ecuador ama la vida”.
Para sorpresa nuestra y de los compañeros de viaje, nos volveríamos a encontrar con este cartel en distintas ubicaciones de la ciudad.
Nos preguntamos qué significaría. Nos preguntábamos por qué Ecuador ama la vida.
Y es que Ecuador ha decidido iniciar una serie de políticas que conducen al proyecto del buen vivir y la revolución ciudadana.
El país de la eterna primavera no es sólo el relato de querer plantear una política de país distinta, sino que es el hecho mismo de instaurar reformas estructurales ligadas al desarrollo social, cultural, político, educacional, económico, medioambiental y laboral de un país; objetivos que responden a la política del Buen Vivir.
El aumento de los niveles de escolaridad, junto a la disminución de la desigualdad, la violencia y la pobreza, por ejemplo, son algunos de los resultados de la revolución ciudadana. Desde el 2006 hasta la fecha, el gobierno de Rafael Correa ha logrado transformar la sociedad ecuatoriana con un Estado plurinacional, donde el derecho y reconocimiento a los pueblos indígenas es real y el trabajo con ellos y para ellos es efectivo. Ecuador cuida su patrimonio y lo promueve, considerando además el turismo como el puente que detalla sus políticas internas hacia afuera.
Por otro lado, su flamante vegetación, fauna y flora los ha convertido en pioneros cuidadores del medio ambiente, de modo que la creación de una de sus universidades impulsa carreras que comprendan, contribuyan y no entorpezcan el bienestar de la biodiversidad dentro de una producción sustentable.
Las políticas educacionales de Ecuador, sostienen que la educación es trascendental para el buen vivir de un pueblo. No existe revolución sin derecho a la educación. Desde la infancia, hasta la educación superior, las instituciones estatales ofrecen y promueven el conocimiento según las habilidades y deseos de cada ciudadano. No existen obstáculos para entrar a las universidades públicas más que el compromiso y las ganas de aprender. La condición socioeconómica, el rango etario o étnico, no son determinantes para la vida de un futuro estudiante ecuatoriano.
La ciudadanía empoderada del Ecuador, se organiza, debate, lucha y participa en sus regiones y ciudadades transformándose en sujetos políticos y sociales comprometidos.
Por eso, más allá del sentido simbólico y comunicacional de un cartel – y una vez concluído nuestro viaje- entendimos que Ecuador ama la vida porque ama su tierra, ama y quiere a su gente por igual dentro de sus diferencias, cuida lo que tiene y busca que ese tejido social siga el camino de la revolución, incita a la participación, insta a no quedarse en la casa e invita a pensar para actuar por un país mejor.
El XVIII Festival
Ese día, del inicio del festival, mientras el presidente Correa daba las palabras de bienvenida, el cielo de Quito nos saludaba con una agua cero que desde entonces, sólo parecía avivar la esperanza eterna que alberga la juventud. Al presidente no le importó mojarse, porque las ideas de lucha y todos esos jóvenes luchadores parecían renovarse con la lluvia, esa lluvia de ideas y de emociones.
Cada 4 años se celebra en algún país del mundo el Festival de la juventud y los estudiantes.
El año pasado la cita se dio en Quito, capital de Ecuador, donde más de 12.000 jóvenes provenientes de todas partes del mundo se reunieron no sólo para expresar la solidaridad con el proceso político de la Revolución Ciudadana, sino con el objetivo de “crear un espacio de verdadera construcción política colectiva internacionalista”, señala la secretaria nacional de gestión de la política de Ecuador, Betty Tola.
En palabras de Rafael Correa, el festival se realiza “para fortalecer los espacios de la juventud, propiciando nuevas y dinámicas redes de intercambio entre las y los jóvenes del mundo”.
Pero “La historia de este festival no es un movimiento cultural”, señala en una carta pública de bienvenida, Dimitris Palmyris, coordinador del comité organizador internacional del festival.
El festival se realizó por primera vez en 1947, en Praga, dos años después de la 2da guerra mundial. “El encuentro fue organizado por la Federación Mundial de la Juventud Democrática en un arduo trabajo para demostrar la voluntad política de los jóvenes, en derrota del fascismo y el nazismo. Hoy, continúan los esfuerzos conjuntos para la paz duradera y la solidaridad entre los pueblos”, comenta Palmytis.
Para los jóvenes el idioma, color, tamaño o nacionalidad no es un problema. La comunicación entre ellos no sabe de fronteras cuando lo que los une son las distintas luchas antiimperialisas, por la paz, la pobreza y la desigualdad.
En este nuevo certamen del festival, la Izquierda Ciudadana no estuvo ausente de este histórico encuentro junto a sus pares. Por eso, queremos transmitir lo importante que significa ser joven, sobre todo hoy en una sociedad de tipo capitalista, y el papel que debemos desempeñar, enfocándonos no sólo en forjar la solidaridad y la paz, sino también, en que debemos apuntar nuestra acción hacia las transformaciones estructurales de carácter social; tal como señala Palmitys: “en que la riqueza del mundo vuelva a los que la producen”.
De modo que, para quienes estamos trabajando día a día en el proyecto de la revolución ciudadana, es fundamental poder contar y hermanarnos cotidianamente con los pueblos que también están llevando a cabo estas luchas.
El XVIII festival mundial de la juventud y los estudiantes nos ha permitido precisamente establecer relaciones con distintas fuerzas políticas y organismos gubernamentales con el fin de potenciarnos mutuamente y poder entregar a raíz de las experiencias de cada cual, luces en la ruta que nos llevará a una revolución ciudadana, con armonía, igualdad, equidad y solidaridad.
Esta experiencia tuvo definitivamente un carácter invaluable y nos entrega más fuerza para seguir luchando por la consecución de la justicia social en nuestro país, con un compromiso militante, una conciencia antiimperialista y un espíritu revolucionario.