Tomás Urrutia
Vicepresidente Coordinación Nacional de Jóvenes IC
Mucho se ha hablado durante las últimas semanas en torno a la idea de “Realismo Político”. Con ello se busca aludir, por parte de las fuerzas conservadoras al interior del gobierno, a la supuesta necesidad de pragmatismo, en términos de reducción de la celeridad del ritmo de avance de las reformas en función del escenario social, político y, principalmente, económico. Si bien podemos ver que el crecimiento económico se encuentra por debajo de las expectativas trazadas desde el gobierno para este periodo, lo cual es condición (supuesta) para el desarrollo de las reformas, principalmente la educacional, es preciso manifestar ciertas inquietudes respecto a esta noción tan proclamada por el conservadurismo.
En primer lugar, cabe cuestionar la idea de ‘realismo’. Sin embargo, no es mi intención cuestionarlo en términos del binarismo verdadero/falso, sino más bien aludiendo a las relaciones de poder implícitas sobre ese concepto. Cuando se habla de ‘realismo’, no es casualidad que esta noción provenga de los sectores más conservadores, elitizados y oligarquizados de la coalición de gobierno, imprimiendo en esta idea el sello tecnocrático tan característico de la vieja Concertación. De esta forma, lo ‘real’ está dado por la razón técnica y la legitimidad de este discurso dada por el poder de quien lo emite, en este caso, la elite tecnocrática y fanfarrona que ha gobernado nuestro país durante ya más de dos décadas a su merced, vislumbrándose así uno de los principales enclaves autoritarios anclados en la sociedad chilena post dictadura: la técnica desplazando a la política.
“La idea de ‘realismo’ no puede ser secuestrada por una ‘realeza política’, esa elite oligárquica que, en su posición de privilegio, cuan ‘príncipes’ de la política nacional, es ciega ante las necesidades y los procesos sociales que emanan de las grandes mayorías, del pueblo organizado…”
En consecuencia, es posible identificar que aquello que es concebido como lo ‘real’ está dado por la capacidad de respuesta (técnica), por sobre las necesidades y demandas sociales (y políticas) emanada por los diversos y amplios sectores de la sociedad, a los cuales, teóricamente, un gobierno democrático debería representar. En este sentido, se puede decir que el ‘escenario’ se hace relevante tan sólo para efectos de la capacidad de respuesta, es decir, las condiciones económicas, más no es considerado a la hora de evaluar el clima social, el nivel de insatisfacción de los ciudadanos respecto de sus representantes, y la necesidad de estos de recuperar la confianza de la ciudadanía, de devolver la soberanía sobre quienes reside: el pueblo, un ‘realismo’ mínimo e incuestionable en cualquier sociedad democrática.
Dicho lo anterior es que nace la reflexión en torno a “lo democrático”, pues, si existe un énfasis sobre el cual uno pudiese evaluar un eventual ‘cambio de ciclo’, como tanto se habló a principios del actual gobierno, esto estaría medido en términos de los niveles de democratización alcanzados, en un Chile que aún ve inconclusa su transición a la democracia. Cabe pensar en lo democrático no tan solo en términos de la ampliación de los procedimientos de participación ciudadana, sino también en la expresión de esta participación a nivel de las políticas implementadas, es decir, en términos de una representación en sintonía con los procesos sociales y políticas públicas de alto impacto social, en términos de una nueva noción, más amplia por cierto, de “lo público”.
Es necesario pensar en los dos conceptos que componen el nombre de la coalición gobernante: Nueva Mayoría. ‘Nueva’ pues lo ‘novedoso’ de este gobierno vendría a ser precisamente aquella conexión con el sentir ciudadano. El programa de gobierno buscaba dar respuesta, en cierta medida, al malestar contenido por la ciudadanía durante décadas, el cual vio su explosión el año 2011, no tan solo a partir del movimiento estudiantil, sino también desde las demandas regionalistas a lo largo de todo Chile, medioambientalistas como el caso de las protestas en contra de Hidroaysén, como tantas otras expresiones del empoderamiento ciudadano acallado durante décadas. Aún con sus diferencias, estas demandas van formando verdaderas cadenas de equivalencia,como propondría el sociólogo argentino Ernesto Laclau, respecto de un antagonista común: la injusticia, la desigualdad, el autoritarismo de mercado. Es a esto a lo que respondía la coalición de gobierno, es esto lo que le otorgaba su carácter ‘novedoso’ (sí, en Chile es novedoso que los gobiernos representen a la ciudadanía).
Por otro lado, la idea de ‘Mayoría’ es preciso comprenderla en términos amplios. No tan solo hablamos de mayoría parlamentaria o de la ampliación del espectro de partidos que conforman la coalición, sino a un nuevo pacto social, una Mayoría que ve su expresión material en las calles, en el sin número de personas que, no contentas con el actual sistema, sueñan un Chile distinto. Nos referimos a la Ciudadanía, como foco del accionar de la actual coalición gobernante. Nos referimos a Mayoría como representación delsentido común en una opción política que rebalse los marcos de una política de los acuerdos para generar, como se mencionó antes, sí un pacto, un nuevo pacto social, una nueva forma de vincularse con la ciudadanía, un robustecimiento de la democracia.
Es en función de lo anteriormente planteado que la idea de ‘realismo’ no puede ser secuestrada por una ‘realeza política’, esa elite oligárquica que, en su posición de privilegio, cuan ‘príncipes’ de la política nacional, es ciega ante las necesidades y los procesos sociales que emanan de las grandes mayorías, del pueblo organizado, de la gente que vive en carne propia las consecuencias de un sistema de desigualdad salvaje, de la ley de la selva, del sálvese quien pueda, donde la Mano Invisible del mercado sería capaz de dar a cada uno aquello que merece, desentendiendo al Estado de su rol garante de derechos, convirtiendo la política en la disputa por la mera administración estatal.
A todos aquellos, que bajo el argumento de la responsabilidad y el ‘realismo’ buscan ocultar su nula intención de modificar en un ápice el actual estado de las cosas, de reducir la profunda desigualdad que impera hoy en nuestro país, de otorgarle garantías de bienestar y buen vivir a todos los chilenos y chilenas, a todos esos ‘príncipes y princesas’ de nuestra ‘realeza política’ cabe decirles una cosa: el ‘realismo’ no puede ser comprendido como mera austeridad en cuanto a la administración de recursos, sino como la conciencia de las acciones necesarias para dar respuestas concretas a la ciudadanía. ‘Realismo’ es comprender que para garantizar nuestros derechos es necesario nacionalizar nuestros recursos, ‘realismo’ es comprender que sin un sistema educativo gratuito y de calidad para todos y todas jamás alcanzaremos el desarrollo tan aclamado por los seguidores de la OCDE, ‘realismo’ es comprender que con una pensión inferior a un sueldo mínimo es imposible garantizar una vida digna a nuestros jubilados, ‘realismo’ es comprender que la única forma de volver a otorgarle legitimidad a nuestro sistema político, actualmente quebrantado en pedazos, es a través de una Asamblea Constituyente que garantice la participación del pueblo en el cuerpo normativo que lo rige y representa. Finalmente, ‘realismo’ es comprender que sin reformas, es decir, sin cumplir el programa de gobierno, la coalición pierde sentido de existencia. ‘Realismo’ es identificar la injusticia y hacer algo al respecto, es hacer frente a los requerimientos de una ciudadanía empoderada.