Consideraciones en miras de las municipales 2016
Matías M Valenzuela
Militante de la Izquierda Ciudadana
Comunal Providencia
No es menor el alcance de la célebre frase “…conocer y transformar la realidad desde dentro de ella misma…”[1] de José Carlos Mariategui. Desde ese hilo discursivo, abierto con la potente originalidad del peruano se han producido toda una serie de discusiones e interpretaciones de gran importancia y constituyen una contribución para los que creemos que “otro mundo es posible”.
Precisamente es eso lo que busca articular esta reflexión y es ahí donde busca situarse, teniendo como principio de problematización las formas del construir, conocer e intervenir la realidad, con el objetivo de aportar a nuestra propuesta de Revolución Ciudadana, que comprendo como la emergencia de un nuevo programa de empoderamiento ciudadano, de relaciones entre el Estado, el mercado las instituciones y la ciudadanía y, que tiene como “soporte-posibilidad” la formación de esta nueva fuerza política que hemos llamado “Izquierda Ciudadana” (en el sentido amplio), proceso que comprende en primera instancia -por su carácter mismo de contrapoder/contrahegemonía- poner en valor practicas ciudadanas de orden “local” y regional.
Lo local lo comprendemos como una escala de carácter subnacional -en relación y oposición con la escala nacional y mundial- a la cual asignamos gran importancia de ser comprendida, por tanto es ahí, en donde en el último tiempo buena parte de la izquierda latinoamericana ha puesto el acento, en la convicción de que se disputa de enorme manera la propiedad de futuro de diversos temas relevantes como la democracia, la participación político-social, las identidades, la cultura, la organización del Estado, dinámicas productivas y otros. Por consecuencia la ubicación y esfuerzos de nuestros Comunales deben tener foco en esos lugares, en función de desgastar el poder de las “clases dominantes” reduciendo su espacio territorial, construyendo poder desde ahí por medio del trabajo, desarrollando las capacidades de nuestro partido, construyendo nuevas subjetividades, nuevos modos de vida, fortaleciendo las dinámicas organizacionales existentes que en su realización y despliegue fomenten perspectivas-otras, construyendo movimiento social, en procesos de acumulación de fuerzas que abran caminos cada vez más amplios, es decir, construyendo poder popular y ciudadano[2] que dispute por medio de iniciativas concretas –“de practicas oposicionales y antagonistas”- el poder rector de la institución municipal, provincial y/o regional (cual sea el caso). Pues “… no se conquista el aparato estatal sin antes tener consolidado el apoyo de los corazones y las mentes de la mayoría de la población. No se puede subestimar al sujeto popular: jóvenes, trabajadores/as, creyentes, amas de casa, etc. Esos sectores no pueden ser considerados simple masa electoral. Si la izquierda no se libra del sectarismo y del dogmatismo permanecerá aislada en sus purezas y certezas pero sin condiciones de elaborar un nuevo sentido común ciudadano…”[3]. En definitiva lo que esta en juego en cada una de nuestras acciones tiene como centro la disputa del “campo-poder”[4], en la modificación de la actual constelación de posibilidades por otras más amplias para nuestro quehacer desde la certeza que es “desde abajo” el camino.
Asumiendo el desafió expresado en esta reflexión y atendiendo el que no es posible “la transformación sin comprensión” -y no hablamos desde la visión de saber académico como garante de aquello. Pero tampoco desde el desprecio total del mismo pues para una teoría ciega, la practica social es invisible y para una practica ciega, la teoría social es irrelevante-, es importante señalar que existe una pluralidad de formas que buscan elucubrar claves de lectura que permitan aproximaciones al tema desde distintas posiciones. Las diferencias fundamentales e irreconciliables en muchos casos entre estas, tienen que ver con la relevancia y el papel que se entrega a ciertos actores sociales por sobre otros, en el ordenamiento de las relaciones de poder, en el tipo de consideración de las contradicciones, tensiones, cooperaciones y rupturas. En la activa producción de ausencias y/o presencias[5]. La sistematización de esta operación reflexiva carga con una intencionalidad. Los desacuerdos son el reflejo de una lucha por definir la realidad local de determinadas formas y no de otras.
La tensión política también es epistemológica. Vale decir también, que la comprensión de las realidades locales “… parece haber sido una materia específica de interés sólo para la antropología durante mucho tiempo más bien centrada en comunidades étnicamente específicas o realidades rurales apartadas; para una parte del Trabajo Social, en un plano más de promoción de la organización comunitaria que de la comprensión de la realidad local con su historicidad (…) y también para cierta vertiente del derecho, pero acotado a una discusión doctrinaria con relación al tema de la naturaleza humana y autonomía de la institución municipal…”[6]. Estos estrechos marcos disciplinarios en los cuales se ha desenvuelto la preocupación por lo local, sugieren pensar que los pocos estudios realizados sobre este nivel subnacional tienen una de sus explicaciones en el poco valor político concedido históricamente por la visión de la izquierda tradicional[7] a ese nivel, al entender que los cambios debían apuntar a los niveles centrales del Estado. Los efectos que ha producido este déficit son concretos y pueden verificarse en relación a la disminución en la efectividad de nuestra praxis en los territorios, producto del mismo se levantan planificaciones con premisas desde arriba[8] que son ciegas al entendimiento de las tramas locales reales y, con ello, también ciegas a verificar cuales son los márgenes de posibilidad y maniobra o los requisitos políticos necesarios para concretar nuestras expectativas.
Básicamente el argumento hasta ahora expuesto, sugiere pensar los territorios en las posibilidades que abren. Un desafió de no menor envergadura, no obstante es nodal decir que pese a los esfuerzos intelectuales por entender como se producen, estructuran o cambian estos, el patrimonio teórico con el cual contamos es bastante pobre [como ha quedado explicitado], no contamos con campos conceptuales propios que nos permitan caracterizar, resignificar e indicar cuales son los agentes[9] principales que dan movilidad a la vida en estas especialidades. En síntesis, sabemos muy poco en relación a como los éstos reproducen y alteran las sociedades locales. Carecemos, por ejemplo, de historias de comunas, de formación de localidades, de estudios económicos territorializados, de interpretación de conflictos locales con las características de sus agentes [sin casa, cesantes, JJVV, Centros Culturales, etc.]. Surgen así, una serie de interrogantes en dependencia a la fundamentación de una determinada estrategia de desarrollo local, que logre construir gradualmente un acercamiento interpretativo de la estructura de las multitudes[10] y los campos que dan curso y enmarcan la dinámica local, y con relación a la cual se va a insertar cualquier eventual política “de” o “hacia” la localidad por alguno de nuestros comunales u otras estructuras partidarias. Comprender “lo local” como una “producción social” proveniente de las interacciones de múltiples agentes que actúan en diferentes escalas y con distintos propósitos y objetivos hace de la socio-espacialidad cotidiana un complejo interactivo y tiene un particular sentido si se piensa en cambios intencionados hacia el desarrollo territorial endógeno[11] el cual se define como el resultado de un importante impulso y protagonismo desde dentro del espacio local y desde sus agentes populares en particular.
Este interés por un tipo de dinámica local con grados de autogobierno, junto a su potencialidad democrática, tiene una importancia notable, ya que es allí, donde están los marcos de la vida concreta de la mayoría de la población y es ahí donde, en buena medida, pueden reinventarse las vías de un desarrollo humano alternativo y dar “valor de uso” a una importante experiencia social acumulada que ha sido desperdiciada. La generación de diagnósticos de las comunidades a intervenir, en el terreno mismo, con trabajo de campo, con entrevistas de los pobladores mismos que conozcan la historia del lugar, de los problemas que lo cruzan, la posibilidad de grabar videos o tomar fotografías, de analizar georeferencialmente redes sociales, la categorización e identificación de las potencialidades que ofrece el territorio, la construcción de metas y proyectos, el presupuesto necesario para la concreción de los objetivos trazados, las formas de ejecución, hasta en sus formas técnicas [indicadores de logros, objetivos a corto, mediano y largo plazo, etc.] de lo propuesto finalmente visualizan la reflexión de un “plan-poder” que nos permitiría superar, lo que de de manera reiterativa hemos hecho, que es la edificación de meras valorizaciones formales de los actores en cuestión, deducibles/aplicables de la “vieja” literatura a estas territorialidades en pos de cubrir la incapacidad de asimilarlos.
Vale decir que, los sucesos acaecidos en Chile, a propósito de Rapa-Nui, Magallanes y lo que algunos consideran como “regionalismo” dan cuenta –creo- de la necesidad de hacer visibles y proyectar poderes periféricos, es decir, éste tema también estriba en la emergencia del “saldar cuentas” con lo nacional que desconoció la diversidad oprimiéndola.
En fin, cuando comprendemos lo local como una escala de lo social “… y como una producción social resultante de la acción e interacción de agentes que actúan desde diferentes escalas, intereses y objetivos…”[12] damos con el cuerpo de sujetos políticos que además nos obligan a superar –en la idea de asegurar un proceso profundo de construcción en coherencia con nuestros principios de ser una fuerza radicalmente democrática- esa mirada que hace de ellos “objetos de la política del partido” y no sujetos de cambio. El poblador, trabajador o estudiante habla, se sabe, no es un papel en blanco que nosotros llegamos a escribir, es historia, es lenguaje. Es partir todo proceso de intervención preguntándonos por quienes son los que producen los territorios y las realidades locales, quienes son los [que hasta ese momento] ejercen el poder, cual es la estructuración de esto, cual es la historicidad del territorio, del espacio local, cuales son las instituciones y representaciones del grupo en cuestión, cuales son sus mecanismos de agregación cultural[13].
Nuestras Comunales enfrentados a este contexto y siendo parte del mismo, deben plantearse un carácter expansivo del tipo de relacionalidad que proponemos (articular-desarticulando), sin por ello no potenciar la autonomía del movimiento social. La construcción del poder ciudadano, no debe ser pensado en los limites de coordinación o formación de redes de diversas orgánicas, sino en el desarrollo endógeno-popular del territorio, del espacio local “desde abajo”. Es este el que pone el acento en el ejercicio de los agentes propios, que asumen de manera seria la estrategia geopolítica de resistencia antagonista transformando la geometría del poder. El acercamiento a la afirmación gramsciana en torno a que “… lo que hoy tenemos es un pueblo trabajador que hay que convertir en clase…”[14] se responde en los hechos concretos que van generando procesos de autovalorización popular y que asisten al nacimiento del sujeto por parte del mismo.
Estamos convocados a “…a retomar el trabajo de base, a reinventar la estructura sindical, a reactivar el movimiento estudiantil y a incluir en su orden del día las cuestiones indígenas, raciales, feministas y ecológicas…”[15].
[1] En Quijano, Aníbal. “Introducción a Mariategui”. Pág. 115 Ed. Era, México 1982. [2] En función de esclarecer un tema tan complejo cómo el poder popular, he decidido proporcionar la definición desde Miguel Mazzeo, quien nos dice que este es “… el proceso a través del cual los lugares de vida (de trabajo, de estudio, de recreación, etc.) de las clases subalternas se transmutan en célula constituyente de un poder social alternativo y liberador que les permite ganar posiciones y modificar la disposición del poder y las relaciones de fuerza y, claro está, avanzar en la consolidación de un campo contrahegemónico. Se trata de espacios de anticipación social y política, donde habita lo real posible (el poder popular consuma una transformación y a la vez posibilita la apertura a nuevas transformaciones), espacios cuyos modos se contraponen a los ejes principales de la política burguesa, tanto en sus versiones de derecha como en las “progresistas”: la administración de lo dado y la gestión sin fondo utópico. El poder popular es también asumir el potencial liberador de la propia fuerza. El poder popular es la potencia latente de las clases subalternas. El poder popular es praxis, por lo tanto, exige adhesiones práxicas. El poder popular no se puede otorgar desde arriba…”. Mazzeo, Miguel. “Reflexiones Sobre el Poder Popular”, Pág. 16, Ed. El perro y la rana, Venezuela, Caracas, Año 2007. [3] Betto, Frei. “Desafíos a la Nueva Izquierda”, Punto Final N° 586, Marzo de 2005. [4] En este sentido no son pocas las polémicas que se han generado desde el marxismo respecto a las temáticas de lo global, lo nacional y lo local. Pese a la atinada formula de la diversidad y combinación de las formas de lucha esta no elimina el problema de un análisis que ordene, jerarquice y establezca relaciones causales y dialécticas. Así muchos han potenciado un interés determinante en ciertas dimensiones en menoscabo de otras. Generalmente “lo local” aparece solo cuando es útil con relación a la dicotomía global/nacional sin ahondar en ella en particular, produciéndose desde ahí expresiones como el “altermundismo”. Otros han privilegiado lo nacional-estatal en anteposición del terreno llamado global [cuestión que nos acercaría a la columna vertebral de este documento, debo dejar claro que no se renuncia por ello a una estrategia de emancipación y liberación mundial] pero solo han visto una relación deductiva en la mediación nacional/local y no dialéctica. De todas formas el mismo Karl Marx en sus análisis acerca de la Comuna de Paris visualizo a las organizaciones territoriales como las bases de un nuevo poder nacional de carácter prefigurativo. Podríamos decir que él es quien inició este debate en curso. Para introducirse en el ver: Modonesi, Massimo. “Neoliberalismo y antineoliberalismo en América Latina: Problemas de Método”. Ediciones Ical. Año 2006. Marx, Karl. “El Dieciocho Brumario de Luís Bonaparte”, Ed. Siglo XXI. Año 2005. Negri, Toni. “Imperio”. Ed. Fondo de Cultura Económica. Año 2002. [5]Con relación a la producción activa de lo “no existente”, de la “alternativa descartable”, es decir, de la contracción del presente por medio de la reducción de la diversidad de la realidad, a tipos “reducidos” de realidad, en la cual muchas veces al reflexionar nuestra política local caemos, ver: Santos, Boaventura. “Reinventar la teoría crítica, para reinventar la emancipación”. Clacso 2010, Argentina. [6] González Meyer, Raúl. “Poderes locales, nación y globalización” Pág. 11. Ed. Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Chile 2008. [7] En específico me refiero a quienes comprendían [y hasta hoy comprenden] el poder desde una visión reducida/cosificada [Estado], y no como una expresión relacional, a modo “del poder como ejercicio”. [8] Este termino lo utilizo de forma amplia buscando resignificar fenómenos como la desconexión existente entre las orgánicas partidarias y las organizaciones sociales, también con las dinámicas de diversos barrios y sus potencialidades organizativas o la lectura de la experiencia emocional del ambiente y su posibilidad de aporte en las luchas revolucionarias, etc. [9] Agentes en concordancia con la idea Thompsoniana de agenciamiento humano, de la capacidad de hacer historia por los sujetos. Ver: “La Miseria de la Teoría”. E. Thompson. Ed. Siglo XXI, Argentina 1989. [10] Esta categoría la defino desde T. Moulián en “Chile actual: anatomía de un mito”. Ed. Lom Chile 1994. Como la etapa antecesora de construcción de redes organizacionales que configurarían al sujeto colectivo. [11] Cuando hablo del desarrollo endógeno no lo hago estableciendo desconexión con el exterior de la localidad. En este sentido no quiero malentenderme en concepciones de autosuficiencia o autarquía locales. [12] González Meyer, Raúl. “Lo local en la teoría y en la política”. Universidad Bolivariana, Revista Polis, Volumen 8, N° 22, Año 2009. [13] El resultado debería incluir, por ejemplo, el papel del empresariado inmobiliario o de los movimientos por la vivienda si de un espacio así se tratara, los lugares de la población, villa o barrio que se inundan en invierno, etc. [14] Gramsci, Antonio. “Antología”. Pág. 307. Ed. Siglo XXI. 2005 Argentina. [15] Betto, Frei. “Desafíos a la Nueva Izquierda”, Punto Final N° 586, Marzo de 2005.