Camila Herrera Ureta
Coordinación Nacional de Jóvenes
“A partir del 11 de septiembre desaparecieron medios de comunicación escritos como El Siglo, Clarín, La Última Hora, Puro Chile, revistas Ahora, Ramona, Punto Final, Mayoría, Paloma, Hechos Mundiales, Onda y otras; Asimismo, cerraron algunas agencias informativas como Prensa Latina (cubana) y CTK (checoslovaca) y diversas radioemisoras del país como Magallanes, Corporación, Luis Emilio Recabarren, Radio Balmaceda” (INDH, Medios de Comunicación Social y Derechos Humanos. P.247).
Así como los anteriores, nunca más volvimos a ver a la revista Análisis, Apsis y el periódico Fortín Mapocho (entre otros) circulando por las calles del país, porque a diferencia de lo que muchos creían, la llamada “transición a la democracia” termina dinamitando los canales de información, y con ello, consolidando a la prensa financiada por grandes grupos económicos.
De ahí surge el actual escenario donde la concentración de los medios de comunicación está en manos de unos pocos. Debido a que estos tienen la facultad económica para subsistir y la capacidad para llegar a gran parte de la población, su mensaje se presenta como único entre quienes lo reciben, quedando otros tantos temas aislados de la ciudadanía.
Pero el problema no es sólo la concentración mediática de posturas, visiones o temas, sino la escasez de medios alternativos, comunitarios, públicos y con ello la falta de puestos de trabajo en los distintos campos de la comunicación (no sólo del periodismo). Esto, sumado a los bajos sueldos que muchos periodistas reciben, teniendo que soportar horarios con turnos agotadores supeditados a la contingencia noticiosa y no a los derechos laborales.
Concordando que la realidad de los trabajadores de la comunicación no es tan distinta a la de todos los trabajadores chilenos, es necesario levantar una Nueva Constitución para elegir de manera democrática el país que queremos, garante de derechos sociales, universales, y no regidos por el sistema mercantil.
Por eso, es urgente pensar la comunicación e información como un derecho. Esto significa garantizar la diversidad de temas y puntos de vista bajo los marcos éticos del ejercicio periodístico. Una gran tarea que debe cumplir el Estado, pero que los ciudadanos debemos exigir. “Así como hoy día en la sociedad se habla de educación gratuita y de calidad, también debiésemos estar hablando de derechos a la comunicación y la información”.
Porque tal vez Análisis y Apsis no volverán, sí debe volver un periodismo que forje el derecho a comunicar.Donde los periodistas conciban que la ciudadanía no es ajena a los mensajes y contenidos que se les entrega a través de los medios; donde lo que se diga tenga un correcto uso de la palabra y sus significados; decir transexual para referirse a un transgénero o un travesti no es lo mismo. Así con el lenguaje sexista, homofóbico o racista que -muchas veces- está implícito en las noticias y que daña las relaciones sociales.
“La idea de informar para formar ciudadanos más conscientes, críticos y empoderados de su propio entorno, debiese ser uno de los roles de la prensa, sin dejar de lado la cultura, la entretención y otras tantas labores que cumplen hoy día los medios de comunicación”.
Esto supone entonces una responsabilidad del periodista en la producción correcta del discurso que llega a la población. Por eso, aunque hayan desaparecido bastantes medios de comunicación, lo que no debe desaparecer es la conciencia de aquellos que trabajan en las comunicaciones y sí deben aparecer más periódicos, radios y canales de televisión con sentido público, social y comunitario.