Por: Diego Ancalao, Vicepresidente Nacional de la Izquierda Ciudadana.
“En los inicios del capitalismo, el concepto puritano del deber era: “aquel que no trabaja, no come”. Eso pasó cuando había más trabajo que personas. No obstante, esos días ya pasaron y, ahora, quienes desean trabajar se encuentran cesantes. Entonces, me pregunto: ¿no tienen ellos derecho a comer?
Hoy, necesitamos otro concepto del deber: aquel que garantice, como mínimo, el derecho de un individuo a recibir de la sociedad, tanto como él contribuye a ella, por lo tanto, debe haber reciprocidad.
La pobreza no es sólo una fría estadística, la pobreza tiene rostro humano, son comunidades, familias, que muchas veces no han tenido las oportunidades para construir una vida digna y alcanzar sus sueños. Peor aún, la pobreza se enquista y reproduce a través de las generaciones, denigrando la condición humana y perpetuando la exclusión social, transformando las carencias en un pozo sin salida.
La pobreza es un clamor que brota desde todos los rincones de Chile. La indiferencia no es aceptable. Se debe trabajar para derrotar esta condición. Se debe contribuir a un tipo de desarrollo que se genere desde la propia gente que sufre esas y está sumida en esas circunstancias. La única manera de derrotar la pobreza es que sea la propia ciudadanía, la llamada sociedad civil, la que descubra sus riquezas, haga posible sus sueños y mire el futuro con esperanza. ¿Cómo lograrlo? No es fácil, pero al menos, tienen que ir dándose los primeros pasos reales para concretar este desafío.
En el mundo se reconoce que Chile ha logrado éxito económico, que muchos miran con atención. Esto es cierto, pero no podemos transformar, una vez más, las estadísticas en verdades absolutas. Quienes recorremos los rincones de nuestras ciudades, para entrar en el corazón de Chile, vemos la desigualdad social, como una realidad presente y son esos miles de anónimos sin voz, los que están siendo golpeados por la pobreza y la indigencia.
Lejos de desaparecer, las diferencias sociales, económicas y políticas siguen entre nosotros. Los programas sociales, muchas veces, se transforman en una red de asistencialista que, cubriendo una necesidad inmediata, no permite que sea la propia gente que vive esta condición, la que se proponga superarla, porque simplemente no se les dan las herramientas para progresar.
Los pobres no quieren que les hagan toda la “pega”, recibir todo en “bandeja”, sino que requieren que se abran espacios de participación para que, ellos mismos, vayan construyendo y levantando su camino.
Modernización y globalización
Sabemos que la modernización y la globalización no llegan a todos y hay muchos que siguen desprotegidos y vulnerables. Se deben aunar esfuerzos para imprimir políticas públicas que asuman los desafíos del desarrollo humano, en que todos sientan la proyección del Estado y las oportunidades para construir mejores condiciones para sus vidas. Ese es nuestro desafío.
Nuestro mensaje es un llamado de atención, es un reclamo justo y también una invitación concreta: que cada uno piense por sí mismo, que se ponga de pié y alce la voz. De este modo, será más difícil que nos manipulen y discriminen.
Tenemos que tomar conciencia de que la educación es nuestro mejor escudo y nuestra mejor herramienta. Nos da autonomía, fortaleza moral y capacidad de emprendimiento. Lo vemos todos los días, muchos jóvenes caen en el camino fácil como es la deserción estudiantil, el consumo de drogas, la violencia sin sentido. Vemos, por ejemplo, tantas frustraciones acumuladas que dan lugar a pandillas que se matan unos a otros, contribuyendo, únicamente, a llenar cárceles y vaciar las escuelas.
Esta es la nueva forma de esclavitud, que se manifiesta de manera tan silenciosa como efectiva, rebasando grupos raciales y sociales. Y basta mirar el entorno para descubrir los signos de estos tiempos y muchos medios parecieran tener la premisa de que la educación y la información debilitan la mente y, por lo mismo, construyen una industria del entretenimiento que busca captar la atención con mensajes vacíos y llenos de prejuicios, transmitidos de generación en generación.
«Divide y vencerás», parece ser otro principio, porque mientras se generan sistemas para separarnos por raza o nivel social, estaremos demasiado ocupados para darnos cuenta de lo que nos asemeja: la soledad, la falta de oportunidades y la incertidumbre del futuro.
Solidaridad, tolerancia y compromiso, son conceptos que nos permitirán unirnos para enfrentar los grandes desafíos que tenemos y vencer a quienes intentan manipularnos como títeres. Esta farándula absurda debe terminar.
Ante este escenario, hay algunos que dicen que hoy no es el día para los jóvenes. Mucho menos es el día para los hijos de campesinos, para los hijos de obreros, para los hijos de Mapuche o un hijo de un simple ciudadano. Algunos se arrogan nuestra representación y hablan en nuestro nombre y deciden por nosotros. Son esos, los que pretenden aún hoy impedirnos ser representantes de nosotros mismos. A ellos, les decimos, que ya no más, que hemos despertado, que estamos preparados, que sabemos lo que queremos y que construiremos nosotros el país que soñamos.
¿Podría decirme alguien cuando sería ese día?, ¿vendrá acaso mañana?, ¿vendrá la semana que viene?, ¿en cien años más?, ¿Nunca? Estoy seguro que el tiempo de la justicia, el tiempo de libertad y el tiempo de igualdad es siempre y es ahora».